Capítulo 42.
POV MILA.
La mañana amaneció pesada, densa, como si la propia casa supiera que entre sus muros la calma se había quebrado. Me desperté sola, la otra mitad de la cama seguía intacta, fría, con las sábanas perfectamente extendidas. Nicolás no había regresado en toda la noche.
Me levanté despacio, con las piernas entumecidas y el vientre protegido por mis manos, como si temiera que hasta el aire pudiera herirme. Crucé la habitación con una sensación amarga: soledad en mi propio matrimonio. Abrí las cortinas y la luz entró con violencia. El jardín se veía impecable, como siempre, los guardias de seguridad patrullaban en silencio, el sol brillaba sin culpa. Y sin embargo, yo solo veía amenazas en cada sombra.
La tensión de la noche anterior aún colgaba en mi pecho. Nicolás dudando de mí, de mis palabras, de mi verdad. Sus acusaciones seguían resonando: “¿No será que lo sigues amando?” Me estremecí. No lo amaba. No podía. Javier era mi herida más profunda. Pero la duda plantada por Nicolás