Capítulo 36.
POV – MILA.
Mis días habían comenzado a tomar un ritmo extraño, casi antinatural. Pasaba las mañanas enterrada en mi santuario, investigando entre miles de códigos y archivos ocultos, tratando de armar el rompecabezas que era Lola. Luego, en la tarde, revisaba informes, cuentas, balances: el manejo de la empresa que, para mi tranquilidad, marchaba sorprendentemente bien. El silencio de Lola en ese terreno me daba paz, como un respiro entre tormentas. Según había escuchado, seguía recluida en el hospital, recuperándose de la puñalada que Elena le había dado. Eso, por un lado, me daba calma; por otro, un presentimiento oscuro me advertía que no tardaría en contraatacar.
Las noches eran otro mundo. Con Nicolás todo se transformaba. Nunca pensé que podría volver a amar con tanta intensidad, con tanta entrega. Verlo al final del día era mi alivio, mi esperanza, el refugio que alguna vez creí imposible. Javier me había marcado con cicatrices profundas: para él nunca fui más que una sustitut