Capítulo 17.
POV Javier
Era medianoche cuando regresamos a la mansión. Veníamos de otra fiesta más, de esas interminables recepciones donde la gente sonríe como hienas y se da la mano como si en vez de piel tuvieran cuchillos escondidos.
Lola caminaba a mi lado, impecable en un vestido plateado que brillaba bajo la luz del pasillo. Ella nunca parecía cansarse; al contrario, se alimentaba de esas noches, de los flashes, de las miradas, de las atenciones. Yo, en cambio, tenía el alma molida. La empresa se tambaleaba, la prensa nos olía la sangre y los aliados nos daban la espalda uno a uno. El apellido Rodríguez estaba en ruinas y yo lo sabía, aunque fingiera sonreír en cada brindis.
Apenas crucé la puerta, me golpeó el silencio. Un silencio demasiado denso, inquietante, como si en la casa se hubiera detenido el tiempo.
Entonces la vi.
Mi madre estaba en medio del vestíbulo, con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar. Sujetaba un sobre contra su pecho, temblando como si cargara dinamita. Elena n