Capítulo 13.

Me perdí tanto entre códigos y pantallas que no me di cuenta del paso del tiempo. Volví a sentirme yo: poderosa, libre, jugando con los firewalls como si fueran piezas de ajedrez. Era mi territorio. Mi santuario.

El golpeteo suave en la puerta me hizo sobresaltar.

—Mila —la voz grave de Nicolás atravesó mi concentración—. No has comido nada en todo el día. Sé que te apasiona perderte entre esas máquinas, pero tenemos una cena esta noche.

Parpadeé varias veces, todavía con los dedos sobre el teclado.

—¿Cena? —pregunté, incrédula.

—Sí. Voy a prepararte para algo especial. Vendrán tus padres.

El corazón me dio un vuelco. Mis padres… aquí.

Apagué a regañadientes las pantallas y dejé que mi santuario se sumiera en silencio. Al salir, me encontré con Nicolás apoyado en el marco de la puerta. Llevaba una camisa negra ajustada y sostenía un vaso de whisky con una tranquilidad estudiada.

—No me mires así. Sé que odias las sorpresas, pero es necesario —dijo con esa media sonrisa suya que nunca
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