El televisor seguía encendido, mudo ahora, proyectando la imagen congelada de Lee Jae-hyun y Choi Seo-yeon, sus manos entrelazadas, sus sonrisas resplandecientes. Era una foto de portada para un cuento de hadas corporativo, pero para Kang Ji-woo, era la imagen de su propia ejecución. El dolor de la traición era una herida abierta, sangrando sin cesar, pero bajo esa agonía, una nueva determinación, fría y cortante como el acero, comenzaba a solidificarse. Si él podía negarla tan fácilmente, ella también podía desaparecer. Ya no había razón para quedarse. Con manos que aún temblaban, Ji-woo desdobló la carta de renuncia que había redactado la noche anterior. Las palabras, antes llenas de una resignación triste, ahora adquirían un nuevo matiz: el de una declaración final de independencia y dolor. Sus ojos recorrieron las líneas: "Por la presente, presento mi renuncia al puesto de asistente del CEO en Haneul Group, con efecto inmediato..." Era conciso, formal, desprovisto de emoción, exac