La noticia del ultimátum a Lee Jae-hyun se extendió por la cúspide del Grupo Haneul con la velocidad de un incendio forestal. Sin embargo, no fue un susurro que se filtró, sino una declaración estratégica, cuidadosamente orquestada por aquellos que tenían más que ganar con la caída de Kang Ji-woo y la consolidación de la alianza. Y en el centro de esa orquestación, con la frialdad de un estratega militar y la gracia de una bailarina, se encontraba Choi Seo-yeon. Mientras Jae-hyun lidiaba con el peso de su decisión, Seo-yeon no perdió ni un segundo. Apenas unas horas después de la reunión en la sala de juntas, su equipo de relaciones públicas en Choi Group, una maquinaria de precisión afinada para el control narrativo, ya estaba en movimiento. Seo-yeon no solo quería el matrimonio; quería la victoria absoluta, la aniquilación de cualquier sombra de Ji-woo en la vida de Jae-hyun y en la memoria colectiva. Sentada en su elegante oficina en la Torre Choi, con vistas panorámicas a la ciuda