La Torre Haneul, normalmente un hervidero de actividad hasta bien entrada la tarde, se había vaciado en gran medida. Solo las luces de las oficinas ejecutivas y de algunos departamentos de soporte permanecían encendidas, pequeños puntos brillantes contra el lienzo oscuro de la noche de Seúl. Kang Ji-woo estaba terminando de organizar los documentos para el día siguiente, la quietud de la oficina acentuando la persistente tensión entre ella y Lee Jae-hyun. Él seguía en su despacho, una silueta imponente tras el cristal esmerilado, sumergido en sus propios pensamientos y deberes. El muro de profesionalidad que habían erigido entre ellos se sentía, si cabe, más sólido en el silencio de la noche. De repente, un estruendo metálico resonó desde el piso de abajo, seguido por un coro de exclamaciones y el rápido repicar de teléfonos. El ambiente de paz se hizo añicos. Ji-woo se puso en alerta, su instinto de asistente respondiendo de inmediato. Un momento después, el teléfono de Jae-hyun en s