El sol se alzaba lentamente sobre el horizonte de Seúl, tiñendo el cielo con tonos suaves de rosa y dorado. La luz, aún tenue, se filtraba a través de las inmensas ventanas de la Torre Haneul, revelando el desorden de la sala de conferencias principal: tazas de café vacías, papeles dispersos, sillas desordenadas. El zumbido de los servidores, ahora en proceso de recuperación, era un murmullo constante. El equipo de TI había logrado contener la brecha y el plan de contingencia estaba en marcha, lo que permitía un respiro, aunque frágil. Kang Ji-woo y Lee Jae-hyun eran los únicos que quedaban en el piso ejecutivo. Los demás ejecutivos y el personal de soporte se habían ido a casa, agotados, tras la larga noche de crisis. La fatiga era un velo denso sobre ambos, pero también una extraña intimidad. Habían luchado codo con codo, enfrentado el caos, y la experiencia los había despojado de sus habituales defensas. El CEO impecable y la asistente eficiente se habían transformado en dos person