Julian salió del baño ya cambiado, pero más distante. Su mirada era gélida, su espalda recta, pero su presencia tensa. La playera que le había dado Kira le quedaba algo ajustada, marcando los músculos de sus brazos, pero él no sentía nada de eso. Sólo podía pensar en lo que había visto en el espejo. En lo que había recordado.
Se sentó en el borde del sofá, sin decir palabra. Sol y Kira hablaban animadas sobre una película que habían visto con Luka, pero Julian apenas escuchaba. Sentía el ácido del desprecio a sí mismo subiéndole por el pecho. Su respiración se volvía pesada, y sabía que si no se iba ahora, terminaría diciendo o haciendo algo que no debía.
Se puso de pie.
—Creo que... me voy. No estoy bien —dijo, sin mirar a nadie, sin sonreír.
—¿Estás seguro? —preguntó Kira, notando la tensión en su mandíbula.
Julian asintió, girándose hacia la puerta. Pero justo cuando su mano se alzó para tomar la manija, esta se giró desde afuera.
Diego entró como una ráfaga, con el rostro nublado