Mundo ficciónIniciar sesiónEl ascensor se detuvo en el último piso con un susurro hidráulico. La luz del pasillo, limpia y fría, parecía pulir los bordes del silencio. Julian se miró un segundo en el espejo interior: camisa negra, mangas dobladas con precisión quirúrgica, la mandíbula firme, los ojos dorados que a veces parecían metal fundido. No quería practicar ningún discurso. No venía a ganar nada. Venía a mirar, a escuchar… y a medir si el pasado podía dejar de ser un cuchillo para convertirse en cicatriz.
Las puertas se abrieron. El corredor estaba desierto. Frente a él, la puerta doble del penthouse: madera oscura, herrajes de acero cepillado, una placa pequeña con el apellido que había sido orgullo, maldición y ahora, quizá, tránsito: Blackthorne.
Julian caminó los seis pasos que lo separaban del timbre. Respiró hondo. To







