Marcus estaba sentado en su estudio privado, un lugar cargado con el aroma amargo de whisky y tabaco. La pantalla de su televisor aún mostraba imágenes pausadas de las últimas grabaciones que había conseguido de Kira y Julian, pero esta vez, algo le incomodaba: llevaban días sin novedades. Demasiado silencio para su gusto.
Detrás de él, Vanessa salió de la ducha, con la bata apenas ceñida a su cuerpo y el vientre redondeado ya visible. Marcus giró apenas la cabeza para observarla, y su sonrisa fue la de un depredador que nunca se cansa de jugar con su presa.
—Te ves presentable, por fin —comentó, con esa voz cargada de sarcasmo.
Vanessa rodó los ojos y caminó hasta servirse un trago en la misma mesa donde él tenía los cigarros. Había aprendido a ignorar los comentarios hirientes de Marcus, aunque cada uno le de