Kira estaba sentada en la cama, abrazando sus rodillas, con el corazón apretado en el pecho. La habitación estaba en silencio, pero su cabeza era un remolino de pensamientos y emociones. La noticia aún resonaba en su mente. Julian Blackthorne. No era el apellido lo que dolía. No era el linaje, ni la fortuna. Era la mentira. El silencio. El hecho de que, en todos esos días, entre caricias, besos y confesiones, él eligió ocultarle algo tan importante.
Ella suspiró, tocando con los dedos la sábana arrugada bajo ella. Se sentía rota por dentro, pero también confundida. ¿Estaba sobrerreaccionando? ¿De verdad merecía arruinar todo por esto? Julian no era como ellos. Eso lo sabía. Lo había sentido. Pero... ¿por qué mentirle?
Del otro lado de la casa, Julian caminaba como alma en pena, la respiración acelerada, los puños apretados. El pánico le rasgaba el pecho. No puedo perderla... no ahora... no así. Apenas habían comenzado. Apenas estaba aprendiendo lo que era vivir, amar, respirar fuera d