Mundo ficciónIniciar sesiónLa luz entró con una cortesía nueva, como si la ciudad hubiera decidido conducir despacio. Era uno de esos días que no prometen nada y, justo por eso, lo dan todo: aire limpio, ruido bajo, un olor remoto a pan en el pasillo del edificio. Kira abrió los ojos antes que el reloj —no por alarma, sino por costumbre— y lo primero que vio fue a Damian durmiendo con la boca entreabierta, los brazos arriba como un boxeador rendido, y ese gesto exacto que solo tienen los bebés cuando le ganan una batalla al mundo: yo pertenezco aquí.
Julian ya estaba medio despierto, con la espalda apoyada en el cabecero y el pelo hecho un mapa. Sostenía el libro abierto a la mitad (no recordaba en qué frase se había quedado), y miraba a Damian en ese trance suave que inaugura el día sin ruido. Kira estiró







