Marcus llevaba semanas masticando la idea, dándole vueltas como a un vino que todavía no estaba listo para beber. Pero esa mañana, cuando se vio al espejo y recordó la conferencia de Julian, supo que ya no había nada que esperar. Había llegado el momento de dar un golpe que no solo lastimara, sino que destruyera.
Kira era intocable mientras Karim tuviera hombres alrededor de su casa. Demasiado riesgo, demasiados ojos. Pero Luka… Luka era distinto. Un niño de diez años, inocente, frágil, y lo más importante: la debilidad que podía romper el blindaje de Kira y de Julian.
—Si te quito al mocoso, los tengo en mis manos —murmuró, encendiendo un cigarro mientras observaba por la ventana de su despacho.
El humo formó