Richard estaba en su despacho, la mesa de caoba cubierta de documentos y el aire cargado con el humo denso de un cigarro recién encendido. Llevaba la mañana revisando balances de la compañía, cuando sonó el teléfono privado. Esa línea solo se usaba para información delicada.

Contestó sin demora.

—¿Qué tienes?

La voz de su informante sonó segura, pero algo titubeante, como quien sabe que lo que trae no será bien recibido.

—Señor… Julian Blackthorne ya ha empezado a mover fichas. Tiene a un abogado de confianza reuniendo documentos para blindar a Kira. Expedientes médicos, pruebas de convivencia, cuentas familiares. Incluso han pedido declaraciones sobre el tratamiento de Luka, a nombre de Julian.

El silencio que siguió fue denso. Richard dejó el cigarro en el cenicero, los ojos fijos en un punto vacío. No habló durante varios segundos.

—¿Así que cree que puede protegerla? —dijo al fin, con voz grave, cargada de veneno.

—Sí, señor. Todo apunta a que intentará cerrar cualquier brecha ant