La sala estaba en penumbra, con apenas la luz azulada del televisor iluminando los muebles caros, el cristal del bar y los libros alineados como adorno. Marcus llevaba horas allí, sin moverse, con la espalda vencida en el sillón y un vaso de whisky tibio entre los dedos. En la pantalla, el video se repetía. Kira saliendo del restaurante, sonriente, con el cabello recogido en una coleta y los labios ligeramente abiertos por una risa que no se escuchaba pero se intuía. Julian la esperaba en la acera, con esa postura suya de niño roto queriendo aparentar estabilidad. Luego el gesto: él la toma por la cintura, ella lo abraza, se miran. Un beso lento en la frente, cargado de una ternura que Marcus encontraba nauseabunda.
Volvía a darle al botón de retroceso. Otra vez la escena. Otra vez la risa. Otra vez el maldito beso. Y entonces pausaba. Acercaba la imagen. Detenía la sonrisa de Kira como si pudiera descomponerla, analizarla, encontrar en su expresión alguna señal de fingimiento. Pero n