Kira había empezado a despertarse antes que el despertador. No por necesidad. No por costumbre. Simplemente porque su cuerpo ya sabía lo que venía. O quizás porque su alma lo pedía.
Abría los ojos y lo buscaba con la mano.
Y Julian, sin falta, estaba allí.
Despierto, de costado, observándola como si el mundo no existiera fuera de esas sábanas. Como si su forma de comenzar el día siempre dependiera de verla dormir, y luego de verla rendirse a sus caricias.
Se besaban sin apuro. Ella lo acariciaba detrás de la nuca, él le rozaba la cintura con la yema de los dedos, y cuando hacían el amor, no lo hacían por costumbre. Lo hacían porque no sabían cómo vivir sin esa