BIANCA
El silencio entre Bianca y Luca se había convertido en un tercer personaje que los acompañaba a todas partes. Pesado, denso, casi tangible. Habían pasado tres días desde aquella discusión en la biblioteca de la mansión Moretti, donde las palabras habían volado como dagas envenenadas, dejando heridas que ninguno sabía cómo sanar.
Bianca observaba la ciudad de Milán desde el ventanal de su despacho. Las luces comenzaban a encenderse mientras el atardecer teñía el cielo de tonos anaranjados. Apoyó la frente contra el cristal frío, buscando alivio para el dolor de cabeza que la atormentaba desde la mañana.
"¿Hasta cuándo vamos a seguir así?", se preguntó, cerrando los ojos. La imagen de Luca, con su mandíbula tensa y esa mirada que oscilaba entre la rabia y algo más profundo que no quería nombrar, se había grabado en su mente.
El orgullo. Siempre el maldito orgullo. Los Moretti lo llevaban en la sangre como una maldición. Su padre solía decir que el orgullo era lo único que nadie p