BIANCA
El amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación de Bianca cuando el teléfono sonó con insistencia. Abrió los ojos de golpe, con ese presentimiento que solo tienen quienes han vivido rodeados de peligro. Algo andaba mal.
—¿Diga? —contestó con voz firme, a pesar de la hora.
—Donna Moretti —la voz de Paolo, uno de sus hombres más leales, sonaba entrecortada—. Es sobre De Santis.
El corazón de Bianca se detuvo por un instante. Hacía semanas que Luca operaba desde las sombras, siguiendo el rastro de la filtración que había puesto en peligro sus operaciones en el puerto. La última comunicación había sido hace tres días, breve y profesional como todas las anteriores desde su confrontación.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, incorporándose en la cama.
—Encontramos su coche abandonado cerca del almacén de Trastevere. Hay... hay sangre, Donna. Bastante sangre. Y esto.
Bianca escuchó el sonido de una fotografía siendo enviada a su teléfono. Cuando la abrió, sintió que el aire abandonab