En Scilla, la luz del amanecer se filtra por los grandes ventanales de la habitación que Rocco compartía con Caterina. Él, sentado sobre un confortable sillón y con los codos sobre sus rodillas y las manos cerradas debajo de su mentón, observa al bebé de pelo oscuro que duerme apaciblemente en medio de la cama y rodeado de almohadas y cojines.
Anna les entregó una reserva de leche materna de Caterina y les aseguró que no alcanzaría para más de veinticuatro horas y les recomendó una leche líquida, un poco difícil de conseguir, pero que Nicola podría aceptar con mayor facilidad.
—Ha pasado algo. — Rocco levanta la mirada al escuchar a Salvatore al entrar en la habitación, frunce el ceño y hace un gesto de silencio. — Ruggieri le ha roto la muñeca a Caterina. —Rocco se pone de pie, siente la sangre hirviendo en su interior.
—¿La ha golpeado?
—No tengo muchos detalles, pero al parecer la ha empujado delante de sus hombres y su familia y al c