El Castillo de las Sombras parecía respirar un aire distinto. Los pasillos que antes transmitían frialdad ahora vibraban con movimiento constante: sirvientes corriendo de un lado a otro, artesanos llegando con telas y adornos, cocineros planeando banquetes. Todo era un ajetreo organizado bajo la mirada implacable de Rhaziel, quien había ordenado personalmente que nada faltara para el cumpleaños número dieciocho de Risa.
Era la primera vez en siglos que el castillo abriría sus puertas para una celebración de tal magnitud. Embajadores, nobles, aliados de reinos lejanos y capitanes de guerra recibirían la invitación del rey. No era solo una fiesta; era un acontecimiento que marcaría la mayoría de edad de la futura reina.
Pero mientras los demás se sumían en el bullicio, Risa vivía una transformación silenciosa.
Cada noche, al recostarse, sentía que algo en su interior ardía con un calor extraño. Su corazón latía más rápido sin motivo, sus sentidos se agudizaban y en los espejos, por u