Kael salió del despacho del rey con paso firme, aunque en su interior aún sentía el peso de las órdenes recibidas. Cruzó los pasillos de piedra del castillo hasta llegar a donde se encontraba Dorian. Este, como de costumbre, se mantenía con los brazos cruzados, esperando noticias.
—Dorian —dijo Kael con voz grave—. El rey ha dado una orden directa. Debes volver al reino de Dravemont donde se encuentra Lady Aveline y traerla cuanto antes. Además, hay una niña que sobrevivió al ataque; está en el orfanato. Tienes que traerla también, por orden del rey.
Dorian soltó un suspiro exagerado y rodó los ojos.
—Siempre soy yo el que hace el trabajo pesado, mientras tú te quedas aquí en el castillo, sentado, dando órdenes.
Kael arqueó una ceja, divertido.
—¿Quieres ser tú el que hable con el rey? Si es así, con gusto te cedo mi lugar.
El semblante de Dorian cambió de inmediato.
—No, Kael —respondió con media sonrisa—. Prefiero seguir haciendo el trabajo pesado. Ya mismo partiré al reino…
—Bien.