El carruaje real irrumpió en los portones del Castillo de las Sombras bajo un cielo encapotado. El trote de los caballos resonaba como un presagio, y los guardias abrieron el paso con prisa. En cuanto el carruaje se detuvo, Risa salió corriendo al escuchar los cascos. Su corazón se agitaba con una certeza dolorosa: era Rhaziel.
Pero antes de que pudiera acercarse, Kael descendió del carruaje con el rostro sombrío y la ropa manchada de sangre.
—Su Majestad, el rey Rhaziel está herido de gravedad. Su último deseo es verla —dijo con voz quebrada.
El mundo de Risa pareció detenerse. Sintió que la sangre le abandonaba el cuerpo. Las palabras flotaban en el aire como un eco lejano. Lady Aveline intervino con urgencia:
—¡Rápido! ¡Llévenlo a sus aposentos!
Mientras los guardias bajaban con cuidado el cuerpo inconsciente de Rhaziel, Lyanna tomó a Risa por los hombros.
—¡Risa, reacciona! ¡Él te necesita ahora!
Las voces llegaban a Risa como si fueran distantes, distorsionadas. No podía creer qu