Aidan
La luna creciente se alzaba sobre el bosque mientras yo permanecía inmóvil en la oscuridad, observando la ventana de Noelia. La luz de su habitación seguía encendida a pesar de la hora. Mi cuerpo entero vibraba con la necesidad de acercarme, de sentir su aroma, de protegerla. Pero me mantuve firme, clavado al suelo húmedo del bosque, castigándome con la distancia.
Había pasado una semana desde nuestro último encuentro. Una semana de tortura, de vacío, de hambre que no podía saciar. La marca en mi pecho palpitaba como una herida abierta cada vez que pensaba en ella, recordándome que mi compañera estaba tan cerca y a la vez tan lejos.
El viento cambió de dirección y trajo consigo su aroma. Cerré los ojos, inhalando profundamente. Vainilla y algo más intenso, algo que solo ella poseía. Mi lobo se agitó dentro de mí, arañando mi interior, exigiendo acción.
—Quieto —murmuré para mí mismo, apretando los puños hasta que mis nudillos se tornaron blancos.
La luz de su habitación finalmen