Noelia
El agua caliente caía sobre mi piel mientras intentaba, sin éxito, lavar la sensación de sus manos sobre mi cuerpo. Tres días habían pasado desde nuestro último encuentro, y aun así, podía sentir el fantasma de su tacto como si estuviera marcado a fuego en mi piel. Cerré los ojos bajo la ducha, dejando que el vapor me envolviera, esperando que de alguna manera pudiera purificar no solo mi cuerpo, sino también mi mente.
Pero era inútil. Aidan Blackwood se había convertido en una presencia constante, incluso cuando no estaba físicamente cerca. Su aroma parecía haberse impregnado en las paredes de mi casa, en mis sábanas, en mi ropa. O quizás solo era mi imaginación jugándome una mala pasada.
Salí de la ducha y me envolví en una toalla, evitando mirarme al espejo. Temía lo que podría ver en mis propios ojos: deseo, confusión, y algo más profundo que no me atrevía a nombrar.
—Esto es ridículo —murmuré para mí misma mientras me vestía con unos jeans y una blusa sencilla—. No puedes