Aidan
El bosque estaba silencioso esta mañana, demasiado silencioso. Mis sentidos se agudizaron mientras seguía el rastro de Noelia. Su aroma era inconfundible para mí ahora, como si mi lobo hubiera catalogado cada matiz de su esencia. Canela, vainilla y algo único, algo que era solo ella.
La había visto salir al amanecer desde mi ventana. Sola. Sin avisar a nadie. Mi primer instinto fue detenerla, pero algo me detuvo. Quizás era el recuerdo de su mirada desafiante la última vez que intenté controlar sus movimientos. O tal vez, muy en el fondo, empezaba a entender que necesitaba darle espacio.
Pero eso no significaba que no la vigilaría de lejos.
El sonido de ramas quebrándose me alertó. Luego, un gemido ahogado. Aceleré el paso, siguiendo los sonidos hasta un pequeño claro. Y allí estaba ella.
Noelia se movía con determinación, aunque sin gracia. Practicaba los movimientos de defensa que Derek le había enseñado, pero su técnica era imprecisa. Su respiración era agitada y pude ver una