Noelia
El sol se filtraba por las ventanas de la cocina comunal mientras yo cortaba verduras con movimientos mecánicos. Había decidido ayudar con la preparación del almuerzo para la manada, pensando ingenuamente que sería una buena forma de integrarme. Tres mujeres más trabajaban a mi alrededor, sus manos moviéndose con una eficiencia que delataba años de práctica. Ninguna me dirigía la palabra.
El silencio era tan denso que podría haberlo cortado con el cuchillo que sostenía. Sentía sus miradas clavadas en mi espalda, evaluándome, juzgándome. Respiré hondo, intentando concentrarme en la zanahoria que estaba cortando.
—Más finas —dijo una voz a mi espalda. Me giré para encontrarme con Selena, una loba de cabello rubio platino y ojos verdes penetrantes—. Las rodajas tienen que ser más finas si quieres que se cocinen uniformemente.
—Gracias —respondí, ajustando mi técnica.
Selena me observó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Debe ser difícil para ti, ¿no? Intentar encajar en un