Capítulo 28: Instinto
No dejo de pensar que estoy cometiendo un error al aceptar venir aquí. Apenas cruzamos la última avenida, me doy cuenta de que no es cualquier restaurante al que me trae Colín.
Mis ojos se abren más de lo que quisiera y siento que la garganta se me seca cuando leo el nombre grabado en letras doradas en la entrada. Es uno de los lugares más exclusivos de la ciudad y muy reconocido. Sé de sobra que aquí asisten políticos, empresarios y personas que jamás mirarían dos veces a alguien como yo.
Trago saliva y volteo hacia Colín, que parece de lo más tranquilo mientras estaciona el auto en la entrada.
—¿Estás bromeando conmigo? —le suelto en voz baja, intentando mantener la calma—. ¿No podías haberme dicho que la cena era aquí?
Él gira el rostro hacia mí, arqueando apenas una ceja.
—¿Y qué habría cambiado? —responde con tanta tranquilidad que me desespera.
—Mucho —replico de inmediato, bajando la voz al ver al valet acercarse—. Mírame, Colín, ¿te parece que estoy vesti