Capítulo 29: Un odio mortal que destruye
Jamás imaginé que aceptar venir a esta cena me pondría en medio de un campo minado o más bien en una guerra de miradas gélidas. Desde antes de que entramos aquí, algo me decía que esta cena no iba a terminar en un final feliz.
Me enderezo en la silla, intentando recomponer mi postura, aunque por dentro siento que me desmorono. Aprieto las manos contra mis muslos y respiro hondo, fingiendo calma. No puedo darles el gusto de verme débil.
Me esfuerzo en mantener mi rostro neutro. Lo último que necesito es que alguien note lo que en realidad me pasa.
Pero creo que Colín lo está pasando más peor que yo. No necesito escucharlo para que lo confirme, basta con ver su rostro para darme cuenta de que su humor cambió en cuestión de segundos. Su mandíbula está tensa, los nudillos de su mano apoyada en la mesa se ven más blancos de lo normal. No dice nada, pero su silencio habla más que cualquier grito.
Yo intento disimular. Mantengo los ojos fijos en la co