Cuando Aria y sus compañeros llegaron a un claro escondido en el bosque, el sol se desvanecía entre los árboles. El aire tenía el aroma de humo y hojas mojadas, y en medio había una fogata que chisporroteaba, rodeada por un grupo reducido de viajeros que buscaban abrigo como ellos.
Un hombre de edad avanzada que estaba cubierto con una manta desgastada, al oír sus pasos, alzó la mirada. Al lado de él, dos mujeres miraban con desconfianza, pero el fuego reflejaba más fatiga que miedo en sus ojos.
-No estamos buscando problemas -dijo Raiden, en un tono calmado y decidido-. Un lugar únicamente para pasar la noche.
El anciano asintió despacio, con la mano temblorosa extendida hacia el fuego.
-Entonces, ustedes son afortunados, chicos. "Nosotros también nos alejamos del frío", murmuró, mientras hacía un gesto para que se acercaran.
Aria se quedó despierta esa noche, mirando cómo las llamas bailaban bajo el cielo , mientras los demás dormían. Cada chispa que subía le recordaba algo de l