La luna se alzaba majestuosa sobre los picos nevados de las Montañas. Su luz plateada bañaba los árboles, y entre ellos, una niña de ojos tan azules como el hielo reía mientras corría entre los brazos de su madre. El viento acariciaba su cabello negro, que parecía robar un trozo del cielo nocturno.-Más alto, mamá, más alto -decía entre risas, estirando sus pequeñas manos hacia el aire.Su madre, una mujer de cabellos negros y mirada dulce, la sostenía con ternura.-No tan alto, mi pequeña, o terminarás tocando la luna.Detrás de ellas, un hombre de porte imponente, con el aire inconfundible de un rey alfa, las observaba. Su presencia imponía respeto, pero ante su esposa y su hija, su mirada se ablandaba. Era el rey Alfa Ardean de la Manada Real de Luna Eterna, un nombre que evocaba fuerza y pureza entre todas las manadas del norte.-Aria, deja que tu madre respire -bromeó, riendo mientras la pequeña corría hacia él-. Cada día estás más rápida, hija mía.-Algún día seré tan fuerte com
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