Los caballos que marchaban en formación hacían crujir la nieve bajo sus patas. El olor del aire era de magia oscura, sangre y humo. Rowan encabezaba la marcha con el corazón latiendo fuertemente en su pecho, como si intentara huir. No se expresó en todo el trayecto y apenas respiró. Cada kilómetro que recorría se tornaba más pesado, como si intuyera lo que le esperaba al llegar.
Rowan y los guerreros se detuvieron de golpe al cruzar la frontera de Shadowcrest.
Y su mundo se desmoronó.
Las casas se habían convertido en ceniza, algunas eran solo astillas, otras montones de escombros humeantes. La nieve blanca estaba cubierta de manchas negras y rojas, como si la misma tierra hubiera estado sangrando. Los árboles desarraigados yacían cruzados por un rastro de oscuridad seca, y el hedor a muerte era tan intenso que casi hacía arder la garganta.
Raiden reprimió un jadeo.
Nerya se cubrió la boca con una mano.
Eidan maldijo en voz baja.
Rowan no pronunció ninguna palabra. Solo avanzo.