El murmullo se extendió como una plaga por los pasillos de la universidad. Clara lo notó desde que puso un pie en el campus aquella mañana. Las miradas furtivas, las conversaciones que se interrumpían a su paso, los grupos que se dispersaban cuando ella se acercaba. El aire parecía cargado de electricidad, una tormenta invisible que amenazaba con desatarse en cualquier momento.

—Dicen que se acuesta con el rector para aprobar —escuchó claramente cuando pasaba junto a un grupo de estudiantes que ni siquiera se molestaron en bajar la voz.

Clara apretó los libros contra su pecho y aceleró el paso, sintiendo cómo el rubor le subía por el cuello hasta las mejillas. No era la primera vez que enfrentaba rumores, pero nunca habían sido tan directos, tan crueles. Nunca habían contenido una verdad a medias que la hacía sentir expuesta.

Al doblar la esquina hacia el Departamento de Literatura, Mariana, una de sus compañeras de doctorado, la interceptó con expresión preocupada.

—Clara, ¿has visto