La luz del amanecer se filtraba por las cortinas entreabriertas, dibujando patrones dorados sobre las sábanas arrugadas. Permanecí inmóvil, observando cómo el polvo bailaba en los rayos de sol, suspendido en el aire como mis propios pensamientos. Había pasado la noche en vela, repasando cada palabra, cada gesto de León durante las últimas semanas.
¿Cómo podía mi corazón traicionarme de esta manera? El hombre que me había arrancado de mi vida, que planeaba destruir a mi padre, que guardaba secretos oscuros tras esa mirada impenetrable... ese mismo hombre ahora ocupaba mis pensamientos de formas que me aterrorizaban.
Me incorporé lentamente, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies descalzos. La casa estaba inusualmente silenciosa esa mañana. Sabía que León había salido temprano; lo había escuchado hablar en susurros con Mateo en el pasillo antes del amanecer. Palabras entrecortadas sobre "vigilancia" y "movimientos sospechosos" que alimentaban mi inquietud.
Caminé hasta el baño y me e