El bosque despertaba con el sol apenas acariciando las copas de los árboles. Mi padre lideraba el grupo, con su figura imponente y su mirada firme. Cada paso resonaba en el suelo cubierto de hojas secas.
Los guerreros caminaban en silencio, atentos a cada sonido, a cada movimiento. Yo, en cambio, sentía el peso de sus miradas. Mi prometido estaba cerca, demasiado cerca, y su presencia me inquietaba.
—Hoy, Lyra, demostrarás que estás lista para ser mi sucesora —dijo mi padre sin mirarme.
Asentí, pero mis pensamientos estaban lejos, con Eirik. ¿Había logrado ocultarse en el lugar sagrado? ¿Había borrado todas las huellas?
Mi corazón latía con la preocupación de que hallaran su rastro.
Nos adentramos más en el bosque, siguiendo un rastro fresco. Mi corazón latía con fuerza cada vez que alguno de los guerreros olfateaba el aire. Temía que, en cualquier momento, alguien detectara algo más que el rastro de una presa.
Mi prometido