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Capítulo 7: El silencio que grita.

El motor del auto de Isabella se apagó frente a la modesta casa de su madre, una casita envuelta en un abrazo de jazmines y madreselvas. La huida del restaurante y la confrontación con Dimitri la habían dejado con una migraña palpitante y una necesidad urgente de anclarse a lo único que le quedaba: Eva, su madre. Solo Eva sabría cómo aconsejarla sobre ese loco pacto matrimonial.

Isabella bajó del coche sintiendo que el aire fresco del campo no lograba calmar el fuego interno que la consumía. Cerró la puerta con suavidad y se dirigió a la entrada. La llave giró sin esfuerzo en la cerradura.

—¡Mamá, ya llegué! —llamó, dejando el bolso caer sobre el pequeño aparador de la entrada.

El silencio fue inmediato y denso. Un silencio que olía a cera de pino y a lavanda, el olor de siempre, pero hueco.

—¿Mamá? ¿Dónde estás? —insistió, la voz teñida de extrañeza.

Isabella caminó hacia la cocina, su refugio. El paño de cocina estaba doblado sobre el mostrador, las tazas de café, colgadas en sus ganchos. Todo estaba intacto, pero inerte. Era como si su madre hubiera desaparecido en el aire. La sorpresa se transformó en una punzada de preocupación. Su madre no era de salir sin avisar, y menos sin responder a sus llamadas.

Regresó a la sala de estar. El sol filtraba el polvo en el aire, creando motas doradas que bailaban en la quietud.

—¡Mamá! Ya llegué, ¿por qué no contestas mis llamadas? —gritó, su voz ahora con un temblor incipiente.

Subió las escaleras de dos en dos, el corazón latiéndole desbocado. La habitación de Eva. Abrió la puerta. La cama estaba hecha, el camisón doblado sobre la almohada. Vacío.

Bajó la confusión, creciendo hasta convertirse en un pánico sordo. Se acercó a la puerta de salida, abrió de par en par y miró a su alrededor. Solo árboles, el camino de grava y la tranquilidad engañosa del campo.

«Mamá, ¿dónde estás?»

La voz de la vecina.

Justo entonces, escuchó un carraspeo.

—Isabella, hija.

Se giró. Era doña María, la vecina, una mujer mayor y de rostro amable que siempre había velado por Eva.

—¡Doña María! —exclamó. —Hola, ¿cómo está? —Isabella forzó una sonrisa, esperando que la vecina rompiera el extraño silencio. —¿Sabe dónde está mi mamá? La señora Eva.

Doña María se acercó despacio, y en sus ojos cansados, Isabella vio algo que la heló. Una mezcla de pena y compasión inmerecida.

—Hija... ¿No te has enterado de lo que pasó?

El mundo de Isabella se inclinó. Sintió un escalofrío helado en la boca del estómago.

—¿De qué, doña María? ¿Pasó algo?

La voz de la anciana se quebró.

—Tu madre fue hospitalizada... hace dos días. Tuvo un desvanecimiento fuerte. Yo tenía que ir hoy a visitarla, pero no pude. Lo siento tanto...

Isabella se sintió desmoronarse; la realidad se deshacía bajo sus pies. Dos días. Dos días en que había estado obsesionada con el divorcio, con Dimitri, con su propia miseria, sin saber que su madre estaba luchando sola.

—No... No puede ser —susurró, sintiendo un nudo apretarle la garganta hasta el punto del ahogo.

Sin esperar más, se despidió con un movimiento de cabeza y se lanzó a su coche. Condujo por el camino de grava a una velocidad imprudente, las lágrimas ya nublándole la vista. La frustración y la culpa la golpeaban como puñales: ¿Cómo pude no saberlo? ¿Cómo pude no contestar su llamada ayer?

Llegó al hospital con el aliento cortado, el cuerpo temblando. Se acercó al mostrador de información, tratando de estabilizar la voz.

—Necesito saber dónde está Eva Montalvo. Acaba de ser ingresada.

La enfermera, una mujer joven con un rostro neutro, tecleó en el sistema. —Está en la planta 3, habitación 302. Isabella esperaba escuchar un número de habitación, una palabra de aliento.

La enfermera levantó la vista. Su expresión no era la de la rutina, sino la de una sincera y triste empatía. 

—¿Usted es... su hija, Isabella?

—Sí, soy yo. ¿Cómo está? Quiero verla...

La enfermera bajó la mirada a la pantalla, luego miró a Isabella y pronunció las palabras que perforaron el silencio de la sala de espera como un trueno.

—Lo siento mucho, señorita. Su madre... acaba de fallecer esta mañana.

El mundo se detuvo. El sonido del pitido de los monitores, el trajín de los carros, la voz de la enfermera: todo se convirtió en un zumbido distorsionado y lejano. Isabella sintió que la gravedad dejaba de funcionar; no se desmayó, pero la fuerza que la sostenía se evaporó.

—No. No. Nooo.

—¡No! —El grito le rasgó la garganta. La negación fue un instinto primario—. ¡No puede ser cierto! ¡Ella estaba bien!

Se aferró al borde del mostrador. Las lágrimas, que ya venían con rabia, se transformaron en un llanto incontrolable y desgarrador. El dolor era tan agudo, que sintió el alma partirse. La frustración era insoportable: había llegado tarde. Su madre había muerto sola, en una fría habitación de hospital, mientras ella jugaba a la falsa esposa con un extraño.

—Necesito verla. Por favor, dígame que hay un error —suplicó con la voz ahogada en sollozos, el rostro empapado.

La enfermera le puso una mano suave en el brazo.

—La llevaremos con ella, señora. Lo lamento profundamente.

Isabella no escuchó. Su mente era un torbellino de culpa, soledad y la conciencia brutal de la orfandad. Su único soporte, la única persona que la amaba incondicionalmente, se había ido. Y, en su último momento, ella no estuvo allí.

La desesperación la invadió. En un segundo, la farsa del matrimonio, los problemas de Dimitri, la amenaza de Alejandro... todo se convirtió en polvo insignificante. La dejó sola en el mundo, rota, más vulnerable que nunca. Isabella se dejó caer al suelo, el cuerpo convulsionando por el dolor, sabiendo que, a partir de ese instante, la verdadera soledad era un frío absoluto. Su mundo no solo se había desmoronado, se había extinguido.

sasuke

Hola, queridos lectores ✨ Quiero darles la bienvenida y agradecerles de corazón por darle una oportunidad a esta historia. 💕 Esta es mi primera novela, escrita con mucha pasión y con la ilusión de que cada capítulo logre atraparlos y emocionarles. Espero que disfruten de cada página, de los personajes y de los giros que he preparado. 🙌 No olviden seguirme para que no se pierdan ninguna actualización y, por supuesto, sus comentarios son muy importantes para mí, porque me ayudan a mejorar y a seguir creciendo como escritor. ¡Gracias por acompañarme en este camino! 🌹

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