Punto de vista de Sara
Empujé la puerta principal y entré a la casa. Me sentía agotada después de todo lo que había pasado ese día. El viaje en auto con Max fue... una locura. La expresión de Eva al vernos tomados de la mano quedó grabada en mi mente, haciéndome sentir invencible y poderosa.
Ahora, bajo el techo familiar, solo quería hablar con mamá, ya que siempre había sido mi cómplice, la mente detrás de cada plan.
La encontré en la sala con los ojos brillantes por la anticipación, ansiosa por escuchar las novedades.
—¿Todo bien? —preguntó, sonando súper emocionada.
Tiré mi bolso en el sofá y pasé los dedos por mi cabello. —Salió perfecto —dije, sonriendo tanto que me dolía la cara—. Max está totalmente de mi lado ahora. Y Eva simplemente está... destrozada.
Mamá sonrió aún más, me levantó y caminó hacia mí, mirándome como si estuviera muy orgullosa. —Buen trabajo, cariño. Por fin le pusiste a Eva en su lugar.
Una ola de felicidad me invadió al escuchar sus palabras. Después de años de esfuerzo, por fin veía cumplirse todo lo que siempre había anhelado.
—Max cree todo lo que le dije —comenté—. Piensa que Eva es una mentirosa que solo quiere su dinero y el poder de su abuelo. Ya no confía en ella para nada.
Mamá se veía tan orgullosa de mí. —Esa es mi niña, siempre supe que podrías derribarla. Hiciste que Max dudara de ella, y eso es lo más importante. Ahora, solo necesitamos hacer que él trabaje con nosotras.
Me dejé caer en el sillón, aliviada. —Él entrará en razón —dije—. Pronto se dará cuenta que soy yo quien debe estar a su lado, que juntos podemos lograr cosas increíbles.
Mamá asintió y se sirvió un poco de vino. —Tienes razón, pero no podemos bajar la guardia ahora. Eva todavía tiene esa mirada, ¿sabes? Esa tonta esperanza en los ojos. Hay que acabar con ella de una vez por todas.
La observé tomar un sorbo de vino, sus dedos golpeaban suavemente la copa. —Hay que lograr que se alejen tanto que nunca puedan reconciliarse. —añadió.
Me incliné hacia adelante, queriendo escuchar más. —¿Entonces? ¿Qué vamos a hacer?
—Haremos que Max vea a Eva tal como es: una chica débil en la que no se puede confiar y que no está a su altura —sonrió con malicia—. Moveremos los hilos en las noticias, contaremos chismes sobre ella, haremos correr rumores... Todo el mundo acabará viendo que solo es una cazafortunas que no merece a Max.
Una mueca de complicidad se dibujó en mi rostro. —¿Y papá? Ya ni siquiera confía en Eva. Llevo meses metiéndome en su cabeza, y por fin está viendo lo mala que es.
Mamá agitó su mano como si no fuera importante. —Tu padre no importa. Cuando tengamos a Max de nuestro lado, tu papá hará lo que le digamos sin chistar. Ya verás.
Su seguridad me tranquilizó. Siempre había sido la estratega, la que me enseñó las reglas de este juego. Juntas, éramos invencibles.
Tomé su copa abandonada y di un largo sorbo. El vino era amargo, pero sabía a victoria.
—Por nosotras. —dije, levantando mi copa.
—Por la victoria. —respondió ella, chocando su copa con la mía.
Permanecimos en silencio, saboreando nuestro triunfo. Eva por fin estaba en su lugar. Mientras tomaba mi vino, mi mente ya planeaba el siguiente paso.
Max. Él era la parte más importante de todo; si podía hacer que se volviera totalmente contra Eva, que entendiera que yo era quien en verdad se preocupaba por él, el triunfo estaría completo.
—Tengo que pasar más tiempo con él —dije, rompiendo el silencio—. Que me vea como su confidente. Cuando se dé cuenta de que siempre he sido yo quien ha estado a su lado, se alejará de Eva para siempre.
Mamá asintió como si pensara que era una buena idea. —Claro, cuando lo tengas bajo tu control, todo lo que siempre soñaste será tuyo.
Sonreí, imaginando mi futuro: A Max a mi lado y Eva en el olvido; el dulce sabor de un sueño que por fin tomaba forma.
De pronto, la puerta principal se abrió violentamente, estrellándose contra la pared.
Mi corazón se estremeció al levantar la mirada. En el umbral, papá nos observaba con una furia apenas contenida. Sus ojos escrutaron la habitación antes de clavarse en nosotras, tenía la mandíbula tan tensa que parecía a punto de quebrarse.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —gritó, con una voz tan fuerte que me hizo estremecer.
Mamá se incorporó veloz, transformando su expresión de sorpresa a serenidad en un instante. —¿De qué estás hablando, cariño? —preguntó mi madre, sonando dulce, pero cautelosa.
Papá dio un paso adelante, mirándome fijamente. —Acabo de hablar por teléfono con el abuelo de Max. Me contó los rumores sobre Sara y Max, dicen que Eva es la otra y una cazafortunas, por lo que está hecho una furia. ¿Qué diablos hicieron ustedes dos?
Un escalofrío me recorrió la espalda. De inmediato, el vino se tornó amargo en mi boca. Ese era un desastre prematuro.
Sin embargo, al mirar a mamá, solo encontré determinación glacial en su mirada. Se acercó a papá con una voz gélida y apenas audible. —Cálmate, tenemos todo bajo control.
Pero, por primera vez, no estaba segura de si realmente lo teníamos.
Papá enrojeció aún más. —¿Bajo control? —gritó—. ¿Tienen alguna idea de lo que hicieron? ¡El abuelo de Max está amenazando con cortar todos los lazos con nuestra familia! ¡Los negocios, las conexiones... todo podría arruinarse!
El aire se escapó de mis pulmones. La situación era catastrófica, por reflejo, busqué en los ojos de mamá algún rastro de su habitual confianza, pero por primera vez, la inquietud se asomaba en su mirada.
—Escucha —dijo mamá, tratando de sonar tranquila—. Podemos arreglar esto. Solo necesitamos...
Papá la interrumpió. —¿Arreglar esto? ¿Cómo? ¡Han estado jugando con fuego, y ahora todos vamos a quemarnos!
Se volvió hacia mí con una mirada de decepción que jamás le había visto. —Sara, pensé que eras más lista que esto. Pensé que entendías nuestra situación. ¿Te das cuenta de lo que has hecho?
Entreabrí los labios, pero las palabras se ahogaron en mi garganta. De pronto, me sentí como una niña sorprendida en plena travesura.