– Llamadas, silencios y presentimientos
El sol comenzaba a descender sobre el club, tiñendo el agua de la piscina con reflejos dorados. Cristina levantó la mirada justo cuando vio a Rubén caminar hacia ella. Su paso era sereno, pero había en su expresión algo que presagiaba despedida. Cuando llegó a su lado, sonrió levemente y se sentó junto a ella.
—Tengo que irme —dijo con voz suave, casi susurrando.
Cristina lo miró con asombro, sin poder disimular la decepción que cruzó su rostro.
—¿Te vas? —preguntó, intentando sonar natural, aunque la voz le tembló un poco.
Rubén asintió y, con una dulzura discreta, se inclinó para darle un beso en la mejilla.
—Sí… pero luego te llamaré —le prometió con una sonrisa cálida.
Ella intentó mantener la compostura y le devolvió la sonrisa.
—Está bien… adiós.
Antes de levantarse, él la miró a los ojos y le guiñó un ojo, un gesto tan pequeño y tan suyo que bastó para que el corazón de Cristina latiera con fuerza. Lo observó alejarse junto a su hija Aise