Cristina se levantó lentamente de su asiento. Su rostro reflejaba una mezcla de enojo y tristeza, pero su voz salió firme, casi fría, como si hubiera tomado una decisión que no estaba dispuesta a cambiar.
—Yo no vine contigo, Elio —dijo mirándolo con firmeza—. Así que puedes irte. Yo me iré con Jessica.
Elio la observó sin poder creer lo que oía. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió de su boca. Su mirada seguía cada movimiento de Cristina, intentando descifrarla, detenerla, entender por qué sentía que se le escapaba entre los dedos.
Cristina tomó su bolso con elegancia, sin volver a mirarlo, y caminó hacia el fondo del café, donde Jessica la esperaba.
Jessica, que había observado todo desde la distancia, se levantó de inmediato al ver el rostro de su amiga.
—Vamos, Cris —susurró, tomándola del brazo.
Ambas salieron juntas, dejando tras de sí el murmullo del lugar y las miradas curiosas de los presentes.
Elio se quedó de pie, mirando la puerta por donde Cristina acab