Capítulo 39
Elio apartó la mirada. Ese gesto, tan pequeño y a la vez tan revelador, fue suficiente para que Cristina entendiera que el muro ya estaba construido, que no habría palabras capaces de derribarlo.
Él suspiró con pesadez, intentando ocultar la rabia y la impotencia que lo carcomían por dentro.
—Entonces… me voy —dijo en voz baja, pero con un tono seco, casi cortante—. Dile a mi hijo que no puedo quedarme, y que me disculpe.
Cristina se giró lentamente hacia él, cansada, con el corazón en un nudo.
—No te preocupes, Elio. —Su voz sonó firme aunque sus ojos brillaban por la emoción contenida—. Yo le explicaré a nuestro hijo.
Elio no respondió. Caminó hacia la puerta con pasos fuertes, como si quisiera aplastar el suelo bajo sus pies. Al salir, cerró de golpe con tanta fuerza que Cristina se estremeció. El eco de la puerta resonó en la sala como un latigazo.
Cristina se dejó caer en el sofá. Se llevó las manos a la cabeza y un suspiro de cansancio se escapó de sus labios. Todo e