Cristina estaba recogiendo la mesa. Sus manos se movían con rapidez, levantando platos y vasos, mientras sus ojos se desviaban una y otra vez hacia la sala. Allí, Elio y su hijo Isaac estaban frente al televisor, riendo con complicidad. Aquella imagen la estremecía: padre e hijo juntos, como si nunca hubieran estado separados.
En ese momento, Jessica salió de su habitación y, al ver la expresión de su amiga, se acercó despacio.
—Pensé que se había ido —dijo en voz baja, como temiendo romper la calma de la casa.
Cristina suspiró, dejando los cubiertos sobre la mesa con un ligero golpe.
—No, aún no… Lo peor de todo es que Isaac está feliz de ver a su padre. Le pidió que se quedara a dormir aquí. ¿Te imaginas?
Jessica abrió los ojos con sorpresa, casi sin creerlo.
—¿Isaac hizo eso? —preguntó en un susurro.
Cristina asintió, bajando la mirada.
—Sí, Jessica. Y no sé qué voy a hacer ahora. No quiero que Isaac se ilusione, no quiero que piense que su padre y yo… —Se detuvo, mordiéndose el la