– El cerco de la mansión
El eco de la puerta de la habitación principal al cerrarse todavía vibraba en los oídos de Elio. Se detuvo un segundo en el pasillo, respirando con dificultad, mientras sus manos, aún tensas, terminaban de ajustar el nudo de su corbata de seda italiana. Se sacudió la chaqueta del traje, alisando cualquier arruga que pudiera delatar el forcejeo que acababa de ocurrir tras esas puertas cerradas. Su reflejo en los marcos dorados de los cuadros del pasillo le devolvía la imagen de un hombre impecable, pero sus ojos, inyectados en sangre por la resaca y la furia, contaban una historia de desmoronamiento.
Comenzó a caminar por el largo pasillo de la planta alta. Cada paso sobre la alfombra de felpa era un intento de recuperar la compostura. Al llegar a la gran escalinata de mármol, Elio se detuvo y apoyó una mano en el pasamano de caoba tallada. Abajo, en el gran salón, la luz de la mañana entraba con una claridad hiriente, revelando la silueta de su madre.
Roxana C