– La semilla del veneno
Clara subía las escaleras con ligereza, pero su mirada inquieta se movía de un lado a otro, asegurándose de que nadie estuviera cerca. Su corazón latía con fuerza, impulsado por la mezcla de ansiedad y triunfo que recorría su cuerpo. Cuando llegó al pasillo superior, respiró hondo y se acercó a la habitación de Enzo. Tocó el picaporte con cuidado, abrió apenas la puerta y entró en silencio.
Enzo estaba de pie frente a la ventana, con las manos apoyadas en el borde del marco, mirando hacia el jardín. Su espalda lucía tensa, como si estuviera sosteniendo un peso invisible. Apenas escuchó que la puerta se abría, se giró lentamente.
Al verla, una sonrisa apareció en su rostro cansado.
—Hija… qué bueno verte. Quería hablar contigo —dijo con voz débil, pero cargada de interés.
Clara sonrió de inmediato, como si hubiera esperado esas palabras toda la mañana.
—Yo también quería hablar con usted, don Enzo. Escuché los gritos hace un momento y me preocupé mucho… Vine a v