— No pienso dormir contigo. Yo dormiré en el suelo, pero no te quiero cerca. Debes tener muy claro que…
— ¿Crees que para mí esto es un placer? —interrumpió Kevin, con la voz cargada de ironía—. Deja de alucinar, esto es un maldito calvario. Y si no fuera por…
— Si no fuera por las inversiones de Brasil que quieres conquistar, no estarías aquí conmigo —lo cortó ella, con un tono firme—. Lo tengo bastante claro, señor Hill.
— Bien —Kevin guardó las manos en los bolsillos—. Al menos coincidimos en algo. Esto es un matrimonio arreglado, pero tendremos que fingir que es real. Por los intereses de ambos.
— Entonces tú duermes en el suelo y yo en la cama —replicó Leah, muy seria.
Kevin arqueó una ceja, incrédulo.
— ¿Sabes ante quién estás hablando? ¿Por quién me tomas, mujer?
— Por Kevin Hill. Lo tengo clarísimo. Y no te estoy tomando por nadie. Nadie sabrá lo que ocurra entre estas cuatro paredes —se encogió de hombros—. Nadie sabrá que el señor Hill duerme en el suelo.
Kevin solt