Leah avanzó hacia la sala, aunque una inquietud le pesaba en el pecho. Para llegar a la cabaña debía atravesar una zona llena de rocas, algo que ya la incomodaba. Sin embargo, antes de que lograra decir palabra o quejarse, su atención fue capturada por una motocicleta estacionada frente al lugar.
Una bestia oscura y reluciente, de aspecto indomable.
Su instinto le susurró quién era su dueño, y deseó con todas sus fuerzas estar equivocada. En su vida, Leah jamás había subido a una motocicleta. Se detuvo, inmóvil, hasta que sintió la presencia de Kevin detrás de ella.
—¿Te asusta una motocicleta, Leah? —preguntó con voz grave, pero con un deje divertido en el tono.
—Relájate, no vas a morirte. Además, no puedes subir una montaña con tacos.
Kevin pasó a su lado y, sin esperar respuesta, se subió a la moto. El rugido del motor rompió el silencio del bosque. Leah, aún estática, apenas respiraba.
—Vamos, sube, Leah —ordenó él.
—Kevin… definitivamente prefiero caminar con tacos por l