El sonido de varios vehículos deteniéndose frente a la villa llegó a Leah antes que cualquier aviso. Estaba sentada junto a la ventana, con una taza de té entre las manos que ya se había enfriado sin que ella lo notara. Alzó la mirada justo cuando distinguió las siluetas negras descendiendo con precisión casi militar. No hubo sobresaltos. No hubo sorpresa. Algo en su interior ya lo sabía. Reconoce los guardaespaldas de Kevin.
—Han venido por mí… —murmuró.
Minutos después, golpes suaves pero firmes resonaron en la puerta. Leah respiró hondo antes de levantarse. Caminó despacio, como si cada paso necesitara ser aprobado por el pequeño latido que llevaba dentro. Abrió.
Tres hombres de traje oscuro la saludaron con respeto.
—Señora Hill —dijo uno de ellos inclinando levemente la cabeza—. El señor Kevin ha ordenado que la traslademos a Bella Vista de inmediato. él tuvo una emergencia, pero la seguridad suya es siempre lo primordial.
No hubo preguntas. No hubo resistencia. Y saber que su es