Leah decidió entrar nuevamente a la casa, pero para su desgracia, Kevin bajaba por las escaleras.
—Esta noche tengo una gala —dijo con tono seco—. Y, para mi mala suerte, los socios asistirán con sus esposas. Así que deberás acompañarme. Vestido azul, y escoge un obsequio; lo recaudado será para los niños del orfanato. Solo tienes que hacer una cosa, y espero que lo hagas bien.
Su voz carecía de amabilidad. Leah detestaba esos eventos, pero sabía que no podía negarse. Tendría que soportarlo.
—¿Alguna otra solicitud? —preguntó con ironía.
Kevin la fulminó con la mirada.
—Sí. Desaparece de mi vista hasta las ocho de la noche.
Sin más, se marchó. Leah soltó un suspiro cansado; lidiar con él era cada vez más difícil. Subió lentamente las escaleras hasta su habitación. Abrió sus maletas buscando algo azul, y para su suerte, encontró un vestido elegante adornado con perlas. La tela era fina, y el corte realzaba su cintura. Sus dedos recorrieron la prenda con cuidado antes de dejarse