Vladislav
La sala del consejo estaba impregnada de tensión. Podía olerla, casi saborearla en el aire. Veinte líderes de clanes sentados alrededor de una mesa de roble antiguo, algunos con siglos de existencia, otros apenas con décadas. Todos con ambición. Todos con hambre.
Y en medio de ellos, Luna.
Mi Luna.
Observé cómo se movía con esa gracia que aún no sabía que poseía. Su cabello negro caía como una cascada sobre sus hombros, contrastando con el vestido carmesí que había elegido para ella. Cada vampiro en la sala la seguía con la mirada, algunos con curiosidad, otros con deseo apenas disimulado. Podía escuchar sus pensamientos como susurros en mi mente: "La nueva reina de Vasiliev", "La humana convertida", "La debilidad del antiguo".
Debilidad. Qué poco entendían.
—Vladislav, ¿nos honrarás presentando formalmente a tu... compañera? —preguntó Mikhail Orlov, líder del clan del norte, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Me incorporé lentamente, consciente del poder que emanaba