Luna
La verdad es que nunca había visto a Vladislav completamente vulnerable. Siempre mantenía esa coraza de poder y frialdad que lo hacía parecer invencible. Pero yo sabía que detrás de esa fachada había algo más, algo que se negaba a mostrar.
Durante días había intentado que me hablara de su pasado. Cada vez que mencionaba algo relacionado con su vida antes de convertirse en el líder del clan, su mirada se endurecía y cambiaba de tema con una habilidad que me resultaba exasperante.
—¿Por qué te niegas a hablarme de ti? —le pregunté esa mañana mientras desayunábamos en silencio—. Conoces cada detalle de mi vida, pero yo apenas sé quién eres realmente.
Sus ojos, fríos como el hielo, se clavaron en los míos.
—Hay cosas que es mejor dejar enterradas, Luna. Mi pasado no es una historia para contar antes de dormir.
—No te pido una historia para entretenerme —respondí, sintiendo cómo la frustración crecía dentro de mí—. Te pido que confíes en mí.
Vladislav dejó la taza sobre la mesa con un