Vladislav
El silencio entre nosotros se había convertido en un abismo. Observaba a Luna desde el otro lado de la habitación, su figura recortada contra la ventana mientras contemplaba la noche. La luz plateada de la luna bañaba su piel, otorgándole un resplandor etéreo que me recordaba lo que era: un ser atrapado entre dos mundos, ni completamente humana ni completamente vampira.
Tres semanas habían pasado desde el incidente con el Consejo. Tres semanas de miradas esquivas, conversaciones cortadas y una tensión que podría cortarse con un cuchillo. La había convertido en mi reina ante todos, pero en privado éramos dos extraños compartiendo un castillo demasiado grande para nosotros.
—Tenemos que partir mañana —anuncié, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros como una enfermedad crónica.
Luna se giró lentamente. Sus ojos, ahora con ese brillo sobrenatural que caracterizaba a los de nuestra especie, me estudiaron con cautela.
—¿Partir? ¿A dónde?
—Al territorio de los